Juan M. Blanco
El coautor del libro 'Catarsis. Se vislumbra el final del régimen' cree que el sistema político surgido de la Transición está ya superado y defiende una regeneración democrática en profundidad en la vida pública española
España está abocada a un cambio de régimen. El sistema
político surgido de la Transición y la Constitución de 1978 que lo
sanciona y ampara están en un irreversible proceso de descomposición. La
democracia actual es de muy baja calidad: ha terminado por convertirse
en un sistema de acceso restringido en favor una oligarquía política y
otra financiera que intercambian favores y prebendas sin ningún pudor. Y
todo ello en un clima dominado por la corrupción, el descrédito de la
monarquía y la desafección hacia los partidos políticos. Javier Benegas y
Juan M. Blanco acaban de publicar en la editorial Foca el libro Catarsis. Se vislumbra el final de un régimen,
una obra en la que los dos autores diseccionan los graves errores del
sistema político español y defienden una reforma en profundidad del
mismo.
Público charló con Juan M. Blanco, profesor de economía en la Universidad de Valencia, sobre el futuro al que se enfrentan los ciudadanos en un plazo no muy largo.
Lo
que nosotros planteamos es que el régimen, por muchas razones, está en
su fase final, en un proceso de descomposición. Es necesario reconocer
los errores cometidos, hacer limpieza y llevar a cabo una reforma
profunda del sistema. Esta es la idea que nosotros tenemos de la
catarsis.
Las
oligarquías del régimen van a intentar resistirse todo lo que puedan,
pero hay muchos elementos que indican que esto no pueda durar. O bien se
hace una reforma desde dentro, que sería lo mejor, o bien habrá que
plantear un proceso de caída y demolición como ha ocurrido a lo largo de
la Historia. Pero eso no es ninguna tragedia porque la Historia está
llena de este tipo de cambios.
Afirman que la Constitución de 1978 es un fiasco.
Una Constitución necesita un consenso social, no un apaño entre partidos, que es lo que fue la Constitución de 1978. Los partidos políticos apañaron entre ellos la Carta Magna y pusieron las claúsulas más convenientes para ellos mismos, otorgándose a sí mismos unos poderes que al final utilizaron para colonizar todas las instituciones del Estado.
Los
partidos hacen falta en las democracias, pero están empezando a perder
legitimidad: están acostumbrados a una situación oligárquica que les
favorece y en la que tienen privilegios. Pero lo que es realmente
perjudicial es la falta de democracia interna de los mismos. A ver,
¿por qué existe esa disciplina tan fuerte en los partidos? Pues porque
no hay elecciones primarias ni democracia interna, aunque también tiene
mucho que ver la estructura electoral: el sistema de listas cerradas
hace que el Parlamento no sirva absolutamente para nada. El Parlamento
sencillamente es una pandilla de gente que aprieta el botón que le
dicen que apriete. Algo, sin embargo, está cambiando: antes tenían el
80% de los votos y ahora las encuestas les dan un 50% y bajando. Pueden
aparecer nuevas plataformas ciudadanas que empiecen a quitar votos a
los dos grandes partidos. Y en ese caso PP y PSOE tendrán que adherirse
a algún tipo de reforma profunda.
¿Por qué cree que el régimen, como ustedes lo llaman, toca a su fin?
Porque solamente duran los regímenes políticos que son capaces de reformarse. En España cuando una cosa ha funcionado mal se ha hecho lo posible por empeorarla. Pongo un ejemplo: la falta de control en la separación de poderes. Los partidos políticos intentan cada vez más controlar las instituciones, el Tribunal Constitucional, los organismos reguladores, etcétera. Las reformas en este país siempre han ido en sentido contrario al que debían.
¿Los malos momentos que atraviesa la monarquía nos acercan más a ese final?
El régimen se basa en un mito y en una mentira: la ejemplaridad del rey no existe. Juan Carlos ha caído en el descrédito, pero el problema es que el régimen no ha justificado la monarquía; sólo ha justificado la figura de Juan Carlos. Este no es un régimen estrictamente monárquico, sino juancarlista. Por tanto, si la persona que encarna ese régimen se desprestigia, la monarquía también queda desprestigiada.
Es
muy difícil que una abdicación en favor de su hijo Felipe tenga una
aceptación generalizada. El padre estaba justificado de alguna manera
desde el punto de vista ideológico porque es el hombre que trajo la
democracia. Pero Felipe no ha traído nada.
Debería
haber un consenso entre todo tipo de asociaciones y de movimientos
sociales, ya sean de izquierdas o de derechas, para celebrar un
referéndum. Nosotros no apostamos por una u otra, eso debe decidirlo el
pueblo español.
Sin
duda. El actual régimen está basado en el reparto de la tarta y cuando
la tarta se reduce, los grupos que se la reparten comienzan a
enfrentarse entre ellos y surgen contradicciones que pueden acelerar el
final.
La
corrupción forma parte de un régimen que nosotros llamamos de acceso
restringido. Los regímenes de acceso restringido se basan en acuerdos
tácitos, unos apaños en suma, entre la oligarquía política y una
oligarquía económica que con el intercambio de favores se reparten las
rentas resultantes. La corrupción es una consecuencia del reparto de
rentas entre las oligarquías de este país.
La
corrupción se ve favorecida por el exceso y la complejidad de la
legislación. Por ejemplo, las Comunidades Autónomas han legislado unas
100.000 leyes, normas y regulaciones. Cuanta más complejidad hay en las
leyes, más arbitrariedad y más discrecionalidad tiene el poder político
para aplicarlas. Últimamente hay una discusión sobre por qué se
legisla tan mal. Probablemente es a propósito, porque de esa manera el
poder político puede hacer lo que quiera. En el nuevo régimen las leyes
tendrían que ser claras, pocas y sencillas.
Proponemos
uno que sea racional, aunque eso deberían decidirlo los ciudadanos.
Hasta ahora las competencias se han transferido con criterios puramente
políticos y de apaños. La idea era: 'Yo transfiero esas competencias a
cambio de que tú me des esos votos'. Y hay otro elemento no menos
importante en ese proceso: los partidos se han dado cuenta de que cuanto
más transfieran a las Autonomías más puestos había para repartir
entre ellos. Pero con la descentralización se han transferido muchas
competencias que a lo mejor se gestionaban mejor a nivel nacional. El
sistema territorial debe ser racional y hay que analizar con mucha
claridad qué servicios se prestan mejor a nivel nacional y qué
servicios se prestan de forma más eficaz a nivel descentralizado o autonómico. El modelo de Estado debe tener unos criterios económicos y
racionales y no sólo responder a unos apaños entre políticos.
Una
de las componendas de la Constitución se basó en la idea de que si los
nacionalistas aceptaban la monarquía se les iba a dar manga ancha para
actuar en sus territorios. La Constitución se planteó, y aún se
plantea, como una forma de integrar a los nacionalistas, pero el
sistema ha degenerado de tal manera que los nacionalistas no se han
integrado, sino que ahora están pidiendo la independencia. Esa es otra
de las señales de que el sistema ha fracasado completamente.
Los
nacionalistas siempre van a existir. Ellos han planteado a la población
de sus territorios unos objetivos emocionales, y las emociones cuentan
mucho. Si nosotros, los que no somos nacionalistas, fuésemos capaces de
plantear precisamente lo mismo, una ilusión en la gente, una nueva
España política donde quepamos todos, mucha de esa gente podría
abandonar ese sentimiento de tipo identitario, que en el fondo es
totalitario. Un pulso sentimental sólo puede combatirse con otro.
Vayamos con las soluciones. Ustedes proponen un cambio del sistema electoral.
Proponemos uno con distritos unipersonales. Los electores sabrían quién es su representante, que tendrá que rendir cuentas, presentarse con sus cualidades, con sus responsabilidades, con su pasado (si es una persona honrada, si está cualificada, etcétera) ante los que le votan. Y como el político tendría que responder ante sus votantes, la disciplina de los partidos se relajaría. Los partidos ya no serían monolíticos.
Eso
no es lo relevante. Lo importante es que el concepto de partido
político cambiaría. Ya no podemos pensar en eso términos. Además,
seguramente en muchos distritos ganarían otras formaciones políticas que
no fueran PP y PSOE. Una de las ventajas el sistema uninominal es que
las barreras para participar en política se reducirían bastante. El
coste de presentar un candidato y de hacer una campaña en un distrito
mucho más pequeño bajaría considerablemente.
El 15-M
empezó con una serie de planteamientos y de consignas que iban en la
dirección correcta. Decían: 'Hay que cambiar la representación, hay que
cambiar el sistema'. Pero al final muchos movimientos sociales terminan
cayendo en lo que llamamos el reparto de rentas. Esa reivindicación de
'Que no me recorten a mí o a mi colectivo' es posible que sea justa
pero no lleva a ningún sitio. El 'Que no me recorten a mí, que recorten
al otro' es lo que llamamos el reparto de rentas. Sin embargo, sí que
están surgiendo otro tipo de asociaciones y plataformas que no se
plantean ya un reparto de rentas: se están planteando una reforma del
sistema. Nosotros creemos que puede haber un acuerdo de mínimos entre
plataformas tanto de izquierdas, centro y derecha. El debate
izquierda-derecha no es necesario, puede suspenderse mientras se aborda
esa reforma de mínimos y recuperarlo cuando estemos en un sistema
mucho más abierto.
La
catarsis necesita romper todos los tabúes y todos los mitos que han
existido en la Historia de España. Hemos funcionado siempre con miedos,
con tabúes. Necesitamos una apertura en la cual se pueda y deba decir
todo. El olvido y el perdón no significa que las cosas no deban tratarse
de una manera histórica y de una manera rigurosa, que es lo que nos ha
faltado hasta ahora. En cuanto a la Iglesia, sólo le puedo dar mi
opinión personal: creo que todas las asociaciones, ya sea un sindicato,
un partido o la Iglesia deberían financiarse con aportaciones de sus
fieles.
Una democracia que se precie necesita la máxima transparencia. ¿Qué opina del proyecto de ley que prepara el Gobierno?
Yo creo que el proyecto de ley de transparencia se queda corto, pero es que los proyectos de ley siempre se quedan cortos: en España no hacen falta más leyes sino quitar leyes. No hace falta una ley que te diga que tienes que ser transparente. Todo en la vida pública tiene que ser transparente salvo algunas contadas excepciones y la ley debe establecer lo que no puede ser transparente. Se trata de acotar unas pequeñas parcelas a las que, por seguridad nacional, por ejemplo, el público no tenga acceso. Nosotros pagamos impuestos para saber cómo los gestionan. Sería deseable que con sólo entrar en internet el ciudadano tuviera acceso a casi todo.
Público charló con Juan M. Blanco, profesor de economía en la Universidad de Valencia, sobre el futuro al que se enfrentan los ciudadanos en un plazo no muy largo.
Dicen que España necesita una catarsis. Ahí es nada.
El subtítulo de la obra es contundente: Se vislumbra el final del régimen. ¿Se atreven a dar una fecha?
"Los partidos hacen falta en las democracias, pero están empezando a perder legitimidad"
Una Constitución necesita un consenso social, no un apaño entre partidos, que es lo que fue la Constitución de 1978. Los partidos políticos apañaron entre ellos la Carta Magna y pusieron las claúsulas más convenientes para ellos mismos, otorgándose a sí mismos unos poderes que al final utilizaron para colonizar todas las instituciones del Estado.
Ustedes señalan a los partidos políticos como los máximos culpables de esta situación.
¿Por qué cree que el régimen, como ustedes lo llaman, toca a su fin?
Porque solamente duran los regímenes políticos que son capaces de reformarse. En España cuando una cosa ha funcionado mal se ha hecho lo posible por empeorarla. Pongo un ejemplo: la falta de control en la separación de poderes. Los partidos políticos intentan cada vez más controlar las instituciones, el Tribunal Constitucional, los organismos reguladores, etcétera. Las reformas en este país siempre han ido en sentido contrario al que debían.
¿Los malos momentos que atraviesa la monarquía nos acercan más a ese final?
El régimen se basa en un mito y en una mentira: la ejemplaridad del rey no existe. Juan Carlos ha caído en el descrédito, pero el problema es que el régimen no ha justificado la monarquía; sólo ha justificado la figura de Juan Carlos. Este no es un régimen estrictamente monárquico, sino juancarlista. Por tanto, si la persona que encarna ese régimen se desprestigia, la monarquía también queda desprestigiada.
"El
actual régimen está basado en el reparto de la tarta y cuando la tarta
se reduce, los grupos que se la reparten comienzan a enfrentarse
entre ellos"
¿Juan Carlos debería abdicar?
¿Entonces son partidarios de un referéndum entre monarquía y república?
¿La crisis económica ha acelerado este proceso de descomposición?
Ustedes también citan la corrupción como uno de los principales elementos que también degradan esta democracia que tenemos.
¿Un nuevo régimen acabaría con la corrupción?
Ya que hablamos de Comunidades Autónomas, ¿qué modelo de Estado proponen para el futuro?
¿Los nacionalismos también tiene su parte de responsabilidad?
¿Cómo se puede integrar a los nacionalismos?
Vayamos con las soluciones. Ustedes proponen un cambio del sistema electoral.
Proponemos uno con distritos unipersonales. Los electores sabrían quién es su representante, que tendrá que rendir cuentas, presentarse con sus cualidades, con sus responsabilidades, con su pasado (si es una persona honrada, si está cualificada, etcétera) ante los que le votan. Y como el político tendría que responder ante sus votantes, la disciplina de los partidos se relajaría. Los partidos ya no serían monolíticos.
Perdone, ¿pero ese sistema no favorecería el tan denostado bipartidismo?
"Solamente duran los regímenes políticos que son capaces de reformarse"
Ustedes
arremeten contra los partidos políticos, pero tampoco muestran mucha
confianza en los movimientos sociales como el 15-M.
Hay un par de
asuntos que ustedes no tocan en el libro y que en un nuevo proceso
constituyente tendrían importancia: la memoria histórica y la Iglesia.
Una democracia que se precie necesita la máxima transparencia. ¿Qué opina del proyecto de ley que prepara el Gobierno?
Yo creo que el proyecto de ley de transparencia se queda corto, pero es que los proyectos de ley siempre se quedan cortos: en España no hacen falta más leyes sino quitar leyes. No hace falta una ley que te diga que tienes que ser transparente. Todo en la vida pública tiene que ser transparente salvo algunas contadas excepciones y la ley debe establecer lo que no puede ser transparente. Se trata de acotar unas pequeñas parcelas a las que, por seguridad nacional, por ejemplo, el público no tenga acceso. Nosotros pagamos impuestos para saber cómo los gestionan. Sería deseable que con sólo entrar en internet el ciudadano tuviera acceso a casi todo.
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